Image credit: © Lon Horwedel-USA TODAY Sports
Traducido por José M. Hernández Lagunes
El momento más vergonzoso (y tristemente típico) de la temporada de los White Sox hasta la fecha se produjo en Detroit el 21 de junio. Probablemente lo recuerdes, pero por si acaso, te guiaré por los caminos de la memoria. La carrera del empate estaba en primera base con un out. Era la parte alta de la novena entrada. Andrew Benintendi se preparó para un lanzamiento de Jason Foley y lo bateó con toda la fuerza posible, es decir, bateó un elevado rutinario y apenas profundo al jardín central. Matt Vierling la atrapó despreocupadamente y, de repente, todo su cuadro cobró vida al verlo: Paul DeJong había estropeado la jugada. Tanto si se olvidó del número de outs como si pensara que Benintendi había bateado la pelota con todas sus fuerzas eso fuese suficiente para conseguir un hit, ya había sobrepasado la segunda almohadilla. Un tiro muy fácil puso el doble play y terminó el partido.
Jocoso. Desgarrador. Una encapsulación perfecta de los White Sox de 2024. Esto es lo que apuesto a que no sabías: podría terminar siendo una metedura de pata históricamente significativa.
Lo que acabas de ver es una de las cinco asistencias de campo que los Tigers han logrado en toda la temporada. ¡Cinco! ¡Sólo cinco! El 20% de los outs que han registrado a través de lanzamientos desde el jardín se debieron a que Paul DeJong se distrajo, pensando en lo que haría ahora que era oficialmente verano, y olvidó que se estaba jugando un partido de béisbol. Es difícil llevar la cuenta de los porcentajes de bases por todas las pequeñas e infrecuentes ocurrencias en el béisbol, pero apuesto a que ni siquiera tengo que decirte que cinco es el menor número de asistencias desde el jardín en la Liga este año. Los Twins, Rays, Orioles y Mariners están empatados en el segundo puesto, pero cada uno tiene ocho. Detroit está muy por detrás.
Ahora se encuentran no tanto persiguiendo a cualquiera de esos cuatro equipos, sino persiguiendo al club de Cleveland de 2005. Esto se debe a que ese equipo (cuyos homólogos de 2024, por cierto, lideran la MLB con 22 asistencias de campo; Tyler Freeman (7) es uno de los 18 individuos que han puesto out al menos a tantos corredores como todo el jardín de los Tigers) sólo tuvo 10 asistencias de campo, que es el menor número en la historia del béisbol. Con 97 partidos en los libros y 65 restantes, Detroit necesita doblar su total actual de outs de corredores de base sólo para empatar con el menor número de la historia.
Sin embargo, no es totalmente culpa de los Tigers que no hayan puesto out a más corredores. Un juego de bases más inteligente, un posicionamiento más profundo de los jardineros y el hecho de que se hayan producido tres carreras han hecho que las asistencias en el campo sean menos comunes, en general. Se vuelve salvaje (pero un poco absurdo, y desproporcionado) si se comparan las tasas modernas con las de hace 60 u 80 años, pero se puede ver una tendencia marcada e importante incluso en los últimos 50 años.
En los años 70, tu equipo favorito probablemente lograba seis o siete outs a corredores cada mes. Ahora, probablemente logren tres o cuatro. Una de las jugadas más emocionantes del béisbol (y un lugar furtivo para encontrar un montón de valor defensivo) es el relevo bien ejecutado, pero se está convirtiendo en una belleza muy rara, no porque la ejecución de la misma está más allá de los conocimientos de los jardineros de hoy, sino porque los corredores toman menos riesgos tontos y tienen más velocidad con la que hacer que valga la pena cuando lo hacen.
Aún así, esto es sintomático y significativo, en el caso de Detroit. Su falta de asistencias es un pequeño símbolo de la esclerosis general que se apodera del equipo, incluso un par de años después de lo que se suponía que iba a ser el segundo renacimiento de un equipo cuyo primer modelo de perder adrede y reconstruir fracasó estrepitosamente. No están equipados. No son peligrosos. Ni siquiera son capaces de frenar el juego de carrera, a menos que un oponente sea especialmente estúpido o codicioso.
De los 154 jardineros que han realizado al menos 50 tiros seguidos por Statcast esta temporada, Kerry Carpenter es con diferencia el Tigre mejor clasificado en velocidad media en esos lanzamientos, pero ocupa el puesto 45 en la clasificación general. El segundo mejor es Vierling, que ocupa el puesto 100, y sus otros cuatro calificados (Mark Canha, Wenceel Pérez, Riley Greene y Parker Meadows) se sitúan entre los 34 más bajos de la lista. Tampoco son rápidos con el balón. Se trata de un conjunto poco atlético de jardineros, según el estándar moderno (que, por cierto, es muy alto).
Hay buenas noticias para un subconjunto de aficionados de los Tigers: se puede justificar parcialmente culpar de esta situación al pobre de Javier Báez. El chivo expiatorio favorito de todos los aficionados al conjunto felino forma parte de un cuadro tan malo al bate que los Tigers tienen que recurrir en gran medida a los bates del jardín. Son quintos en la MLB en OPS y cuartos en DRC+ (solo jardineros), pero lo consiguen teniendo un estómago más fuerte para las desventuras defensivas de algunos de esos fulanos (y las simples deficiencias físicas de otros, ya que el único verdadero jardinero central del grupo es Meadows) que el que tendría casi cualquier otro equipo. ¿Por qué? Porque Báez, Spencer Torkelson y Colt Keith no han bateado lo suficiente como para permitirse el lujo de cambiar algo de ataque por defensa en los espaciosos pastos de Comerica Park.
Nunca se sabe cuándo otro cabeza de chorlito volverá a irse hacia el banquillo, dándoles un out gratis. Como la mayoría de los sucesos muy raros, las asistencias de campo pueden agruparse y venir en racimos, y los Tigers podrían fácilmente terminar con 15 de ellos al final de la temporada. Eso seguiría siendo un número pésimo, pero sería poco notable. Sin embargo, cuando sintonices para ver a este grupo en la recta final, y cuando evalúes a Carpenter, Vierling y Canha como candidatos para canjes, ten en cuenta esta carrera por un pedacito extremadamente oscuro de la historia del béisbol. Y cuando tu equipo favorito juegue contra ellos, no dudes en preguntarte por qué no presionan más en las bases. Cada vez que la pelota pasa del cuadro, con este grupo, los corredores deberían oler sangre.
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