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Traducido por Marco Gámez
Como fanáticos y analistas, pasamos toda la temporada regular tratando de separar lo que es real de las ilusiones temporales. Luego comienza la postemporada y todo de lo que hemos estado cuidadosamente condicionados a preocuparnos durante el transcurso de la temporada queda de lado. Seis meses de trabajo pueden deshacerse en 10 minutos malos. Un equipo que en agosto tenía un 0.2% de probabilidades de llegar a la postemporada puede, apenas unos pocos meses después, acabar con una de las dinastías más importantes del beisbol en 18 entradas.
Como Matthew Trueblood describió magistralmente, el béisbol de postemporada es simplemente diferente. Las fortalezas que definen la temporada pueden convertirse en debilidades que ponen fin a la misma en un abrir y cerrar de ojos. Ciertamente ayuda poder entregarle la pelota al que posiblemente sea el mejor lanzador de este deporte en el Juego 1, pero un buen plan puede ayudar al resto de un personal en su mayoría anónimo a afrontar la difícil tarea de derrotar a los Astros en una serie de tres juegos, pautada para el Minute Maid Park.
La alineación de los Astros, como siempre, combinó una mezcla de contacto y poder de una manera que muy pocos equipos pueden hacerlo. Ocuparon el noveno lugar en DRC+ colectivo, gracias a combinar el octavo mejor porcentaje de slugging entre los equipos con la segunda más baja tasa de ponches colectiva. Conclusión de la historia: ponen muchas bolas en juego, muchas de las cuales se convierten en extrabases.
¿Cómo se controla una ofensiva que no se poncha? Al no depender de que sus rivales se ponchen, por supuesto, la tarea para la cual el personal del “caos de lanzadores” de Detroit estaba especialmente preparado recaía en ellos mismos. Después del receso del Juego de Estrellas, nadie fue mejor que los lanzadores de los Tigers para controlar el slugging en el contacto, y los otros equipos no estuvieron ni cerca:
Durante la temporada, los lanzadores de Detroit tuvieron la tasa de barril en contra más baja (6.7%) y el wOBA esperado más bajo en bolas bateadas en contra (.354), todo lo cual quiere decir que este personal se destacó en inducir un contacto menos dañino. Así es como un equipo que fue bastante mediocre en hacer que los bates abanicaran (ocuparon el puesto número 14 en porcentaje de ponches colectivamente) pudo tener la cuarta mejor efectividad entre todos los equipos.
¿Qué tiene que ver todo esto con los Astros? La mayoría del personal (y los cuerpos de relevistas, en particular) siguen jugando hasta octubre porque pueden inducir ponches. Los Astros han alineado consistentemente un grupo de bateadores que simplemente no se ponchaban, por lo que ya estaban anulando la fortaleza de muchos lanzadores en la postemporada. Los Tigers, con su pequeño ejército de relevistas con una tasa de ponches inferior al 20% y brazos de trabajos largos, no tuvieron ese problema. Su predilección por amortiguar el daño que los bateadores pueden infligir con las pelotas en juego estaba hecha a la medida para, si AJ Hinch podía presionar los botones correctos, detener a un equipo que buscaba contacto.
Y eso nos lleva a la siguiente clave: pudieron cuadrar enfrentamientos todo el tiempo, especialmente contra Kyle Tucker y Yordan Álvarez. Los destacados zurdos de Houston solo vieron tres apariciones combinadas en el plato contra lanzadores derechos en los dos juegos, y el profundo grupo de relevistas zurdos de Detroit significó que Hinch siempre tuviera otro brazo listo para entrar la próxima vez que Tucker o Álvarez vinieran al plato. Una vez en la caja de bateadores, los relevistas de los Tigers tenían un plan claro para el dúo. Basta con mirar cómo los Tigers que no eran Skubal le lanzaron a la pareja. Estos gráficos muestran la combinación de lanzamientos (azul es cambio de velocidad, rojo es bola rápida, anaranjado es sinker, verde es slider, morado representa sweeper) y la ubicación de los lanzadores zurdos y diestros.
Los zurdos de Detroit (Tyler Holton, Sean Guenther y Brant Hurter) colocaron las sinkers en la parte interna del plato, antes de usar sweepers, mientras que Beau Brieske (el único derecho de los Tigers que enfrentó a ambos toleteros) se apoyó en una combinación de bola rápida y cambio de velocidad y trabajó exclusivamente en los bordes exteriores del plato. El plan funcionó.
Tucker y Álvarez lograron un récord combinado de dos hits en14 turnos con un par de bases por bolas y tres ponches en ambos juegos, lo que probablemente es la contribución más baja que jamás hayan tenido en una serie de postemporada. Algo de eso seguramente es producto de que la muestra es pequeña, pero Detroit claramente entró en esta serie con un plan que pensaron que funcionaría, y así fue. En la temporada regular, sólo el 8% del total de lanzamientos que vieron Yordan y Tucker fueron sinkers o sweepers de lanzadores zurdos, y tenían un wOBA esperado de .376 contra esos lanzamientos. Eso es muy bueno—un xwOBA de .376 ubicaría a un bateador entre Jackson Merrill y Gunnar Henderson esta temporada—pero también mucho peor que el xwOBA de .408 que tuvieron Álvarez y Tucker contra todos los demás lanzamientos que enfrentaron. Esa disparidad explica por qué Detroit los atacó de la forma en que lo hicieron: casi el 63% de los lanzamientos vistos por Yordan y Tucker en esta serie fueron sinkers o sweepers de un lanzador zurdo.
Los Tigers aprovecharon sus fortalezas para mantener a Houston bajo control y asegurar la sorpresa a pesar de ponchar solo a 15 bateadores de Houston en ambos juegos; la misma cantidad de Braves que se poncharon en su actuación del Juego número 1 contra Michael King y los Padres. No fue una exhibición abrumadora por parte de los lanzadores, pero al menos sí asfixiante; como una manta mojada arrojada sobre el fuego. Poco convencional y tal vez incluso insostenible a largo plazo, pero eso no es nada nuevo para estos Tigers, y no los ha ralentizado todavía.
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