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Image credit: Syndication: Arizona Republic
Traducido por Fernando Battaglini
Esta es una de las épocas del año en las que podemos soñar un poco, cuando podemos inclinarnos hacia lo posible y alejarnos de las facetas más desagradables de lo probable. Estos momentos son vitales para la vida, porque en esa aceptación de lo tentadoramente plausible reside gran parte de la alegría que nos hace seguir adelante cuando las cosas se ponen difíciles. La mayoría de las veces, debemos evitar invertir demasiado en la esperanza, porque esta llega en destellos, incluso en momentos en los que sería mejor que nos concentremos, que no nos deslumbraran los ojos y que logremos algunos avances que nos costó mucho conseguir en una tarea ignominiosa pero necesaria. Cuando fijamos nuestras miras en objetivos a largo plazo, es mejor hacerlo sobre la base de una amplia evidencia de que la meta por la que nos esforzamos es realmente alcanzable.
Entonces, cuando Gabriel Arias abanicó el lunes por la tarde y conectó un cambio de velocidad de Zac Gallen a 445 pies en Salt River Fields en Arizona, la respuesta lógica debería haber sido encogerse de hombros. Sí, bateó la pelota a 116 millas por hora, y sí, eso es 1.6 mph más fuerte de lo que jamás bateó una pelota de béisbol frente a la tecnología de seguimiento en una competencia profesional. Pero es un swing. Venga, que solo tenemos niveles de documentación de Randy Johnson-perforando-a-ese-pobre-pájaro.
Ese es el equivalente de 2025 de una pelusa granulada en blanco y negro, y es una representación honesta del significado objetivo de ese swing. Arias, quien cumple 25 años hoy jueves, en realidad no es un buen jugador, hasta donde sabemos. Sus herramientas (especialmente su poder y la fuerza de su brazo) siempre han hecho babear, por lo que fue una parte clave del intercambio de nueve jugadores que envió a Mike Clevinger a San Diego y a Josh Naylor a Cleveland en 2020. Estuvo en el Top 101 de BP durante tres años consecutivos, comenzando en 2020, y brevemente pareció un prospecto sólido para las paradas cortas.
Ahora, después de tres temporadas y 191 juegos en su carrera en las Grandes Ligas, Arias ha jugado en todas las posiciones excepto lanzador y receptor, incluyendo unas 40 veces en la primera base. No es poco atlético, pero se ha convertido en un bateador de todo o nada, y ha sido más “nada” que “todo”. Un bateador con línea de .212/.274/.350 de por vida, ciertamente no está bateando de la manera que se necesita para ser un jugador de servicio que pasa la mitad de su tiempo en el extremo inferior del espectro defensivo. La dosis de veneno de dos colmillos que corre por su cuerpo es un problema masivo de abanicadas y fallos (74.3% de contacto en la zona) y una tendencia agravante a ensanchar la zona y ayudar a los lanzadores a conseguir el chocolate (38.5% de tasa de persecución). Conectar una pelota a 116 mph no cambia nada de eso, ¿verdad?
En alguna parte de tu cerebro, siéntete libre de almacenar la respuesta real, que es que no importa, por supuesto. Pero por ahora, como es la época del año adecuada y nos viene bien, intentemos convencernos de que sí importa, ¿va? Allá vamos:
Conectó un cambio de velocidad con gran potencia. Sí, fue de diestro contra diestro, pero Gallen lanza uno bueno, y ninguno de los 37 lanzamientos que Arias había conectado con anterioridad a al menos 107 millas por hora fueron cambios de velocidad. No se poncha con tanta frecuencia contra lanzamientos lentos (como la mayoría de los diestros indisciplinados, su kriptonita para el contacto es el lanzamiento rompiente), pero siempre ha tenido problemas para batear con solidez. Eso significa un pequeño progreso.
La bateó al aire. De esas 37 pelotas bateadas con una velocidad de salida de 107 mph o más en su carrera, Arias solo había bateado previamente 10 con un ángulo de salida de 20 grados o más. Su pelota bateada más fuerte, antes del lunes fue de 110.8 millas por hora, en junio pasado, por lo que creó un plano ascendente que ha estado ausente durante demasiado tiempo. Su ángulo de lanzamiento de carrera es de 3.9°, lo que es casi un problema tan grande como esos ponches y esa impaciencia. La buena versión de Arias tiene que conseguir algunas bases por bolas más y poncharse un poco menos, pero aún puede poncharse mucho y caminar poco. Solo necesita conectar 25 cuadrangulares por cada 500 apariciones en el plato, en lugar de los 14 que ha conectado en 563 viajes de carrera al plato. Eso significa llegar a la mitad inferior de la pelota con más frecuencia, y aquí lo hizo.
Los Guardianes cambiaron a Naylor por Carlos Santana este invierno, y tienen a Kyle Manzardo y (eventualmente) a David Fry para actuar como bateadores designados y reemplazar a Santana en la primera base. Solo necesitan a Arias (quien ya no tiene opciones y no puede ser enviado a las menores sin pasar por el cable de jugadores disponibles, lo cual no pasará) si es un defensor útil en múltiples posiciones, y si puede aprovechar su poder de manera más consistente. Seguiría siendo un gran complemento para Manzardo, quien batea a la zurda, y después del canje de Andrés Giménez este invierno, podrían usarlo en el medio del cuadro interior, como seguro contra más problemas ofensivos para Brayan Rocchio o la impredecible curva de ajuste de novato de Juan Brito. Incluso puede ser un compañero de pelotón ocasional para Will Brennan en el jardín derecho, si Jhonkensy Noel retrocede en el plato. Hay muchas vías por las cuales llegar a un papel importante para Arias, pero tendrá que demostrar que merece la oportunidad.
En ese sentido, el swing del lunes fue realmente importante. Su bate ya está en forma. Si las cosas no funcionan con Cleveland, necesita al menos impresionar a otros equipos que podrían contratarlo y colocarlo en roles más importantes. Ha comenzado a hacer justamente eso. Este es un buen momento para soñar un poco con él, aunque sea solo porque es un buen momento para soñar con cualquiera, y Arias acaba de hacer algo terriblemente de ensueño. Ahora, necesita trabajar duro para corregir el impulso de batearle a todo o la incapacidad de hacer contacto a menudo cuando lo hace.
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